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AIRES de Marruecos
05.08.13 - Escrito por: Andrés Ruz Montes
Desde hace unos años, cuando llega el verano, nuestro grupo de amigos, como tantos otros, adoptamos la buena costumbre de hacer juntos un viaje. Aprovechamos estas escasas oportunidades que, de año en año, nos ofrecen las vacaciones para mejorar y profundizar en la convivencia y avanzar en la amistad. El viaje de este año consistía en un recorrido por las ciudades imperiales de Marruecos (Mequínez , Fez , Marrakech y Rabat) con una escapada a las playas de Essaouira y una visita rápida a la gran mezquita de Casablanca . He de confesar que si bien el destino, obviamente consensuado por el grupo, es siempre algo bastante secundario, pues representa sólo el pretexto para que puedan desarrollarse las intenciones antes señaladas, este año, al menos para mí tenía aspectos no demasiado atrayentes, basados fundamentalmente en prejuicios generalizados sobre las condiciones religiosas, políticas y culturales de este país. Pero aparte de estas consideraciones, estaba preparado para ello y asumía el programa con todas sus consecuencias. Las experiencias que me esperaban durante los ocho días siguientes me demostrarían que mi percepción anticipada era una tremenda equivocación.
Han concurrido algunas realidades que han contribuido a un mejor conocimiento de las formas de vida y de las costumbres de este pueblo. El viajar acompañados de un guía autóctono (Abzhudin) conductor de un pequeño minibús que durante los largos trayectos nos ha ido contestando a cuantas preguntas les hemos hecho, y todo lo que él consideraba oportuno de su "cosecha propia". El que nuestros alojamientos fuesen los llamados "riads" , casas situadas en pleno corazón de la medina de las ciudades, lo que nos ha permitido captar con mayor autenticidad la esencia de las ciudades, así como el que nuestro viaje coincidiera con "el Ramadán" lo que ha concedido el poder comprobar cómo la religión constituye el centro sobre el que pivota la vida en Marruecos, con sus matices, claro está, según los lugares y personas.
Y voy a repetir textualmente los contenidos tal y como escribía a mi familia o a otros miembros de nuestro grupo que no pudieron acompañarnos en este viaje , desde los diferentes puntos de nuestro recorrido y los sentimientos que me generaban.
La visita a la gran plaza Place el-Hedim de Mequinez bajo un sol tórrido y nuestra siguiente parada y estancia en Fez suscita el siguiente mensaje: "Te imaginas. Con calor y humedad. Aprendiendo e infiltrándonos en culturas centenarias enraizadas de forma intensa en una religión que es referente casi absoluto de unas vidas que intuyo más espirituales que las nuestras. Impresionante bullicio. La viva imagen de la vorágine humana. El autentico caos. Miles de hombres juntos sin sentido aparente caminando por una vida que les pone las cosas bastante difícil".
No quisiera dejar de referenciar el impactante espectáculo de los curtidores en Fez: "Varios jóvenes con torso desnudo soportando un calor asfixiante se afanan enérgicamente en extraer de decenas de pequeños pozos, auténticos lodazales (conteniendo agua y excrementos de palomos), varias pieles adheridas unas a otras y que escurren fango por los cuatro costados. Las colocan en el borde para introducir otras tantas. El espectáculo se hace más brutal cuando a aquel escenario se añade el hedor y la fetidez, magnificados por el sofocante calor, que emanan de ese auténtico coso convertido en la arena donde se baten aquellos verdaderos gladiadores de la piel. Y nosotros fríos e impertérritos asistentes agregados divisando desde arriba einmortalizando en nuestras cámaras aquel espectáculo inmundo e inhumano."
Otra escena que me parece digna de reseñar es la entrada en Marrakech, en el apogeo de la vida en la medina y en busca de nuestro riad. A propósito de eso escribo y envío el siguiente mensaje "Único el espectáculo de la vida en Marrakech. Atrapado por unas vivencias difíciles de percibir si no es aquí y que generan sentimientos enfrentados: lástima, miedo, desconfianza en medio de rostros amables dispuestos a la ayuda. La jauría humana se presenta ante nosotros con toda su crudeza y nosotros dispuestos a introducirnos en ella..."
Se aproxima la hora de la llamada al rezo por el almuédano o almuecín y la gente se apresura hacia las mezquitas. La contemplación de la plaza de Djemaa el Fna y la gran mezquita de la Kutubía pero sobre todo del ir y venir de sus gentes variopintas, de la dedicación de las mismas : encantadores de serpientes, danzantes, vendedores de zumos de fruta, músicos, acróbatas... que añaden a la gran comedia humana el color, el negocio y el embrujo, constituye una monumental escena y pertenece su observación a la cultura insólita, intangible e inmaterial que justifica por sí sola la visita a este país.
A propósito de esto escribo y envío el siguiente WhatsApp : " Las caras de los hombres y menos de las mujeres (muchas de ellas dejan ver sólo los ojos) de Marrakech. Ensimismados, desnortados, cansados casi asustados. Desnutridos, desahuciados casi enfermizos. Me pregunto si felices. Y nosotros como no podía ser de otra manera con mentalidad de turista occidental con nuestras "buenas" y rigurosas costumbres siempre por delante. Y sin estar dispuestos ni tolerar ni un ápice su quebrantamiento. Y nuestras caras a la vez confundidos e impresionados. Desnortados como ellos y decepcionados a veces. Pero sorprendidos y estupefactos por la variabilidad de costumbres, tradiciones, conductas y religiones donde la espiritualidad humana encuentra su cauce. Y pienso que también ellos tienen razón y que estarán en posesión de la verdad. Maravillas del mundo... y de la vida...."
La visita a los mercados o zocos (suks) junto a la plaza Djemaa el Fna en la "ciudad roja" es un paseo obligado, y por supuesto el presenciar en las primeras horas de la noche, el silencio, recogimiento y respeto con que centenares de personas postradas, oran alrededor de la gran Mezquita de la Kutubía, al canto del almuecín. Y en este contexto escribo: " Y vuelven los sentimientos enfrentados . Sorprendido por la profundidad del sentimiento religioso que se impone y domina la mayor parte de las dimensiones de sus vidas, a la vez que decepcionado como estos mismos hombres y mujeres te enseñan una verdad a medias buscando un beneficio fácil y efímero lo que genera, duda, desconfianza y aversión en nosotros, distinguidos visitantes dispuestos igualmente a sacar partido a un viaje que ahora parece no solo era vacacional y somos capaces de luchar y negociar por una pequeña cantidad de dinero que descuidamos e incluso puede pasar inadvertida cualquier día en nuestra visita al supermercado. La condición humana: pura contradicción. La suya y la nuestra"
De Marrakech nos dirigimos a Essaouira. El viaje por carretera nos permite entrar plenamente en contacto con la formas de vida de sus habitantes, basadas fundamentalmente en la agricultura y la ganadería y con flagrante y obvia precariedad de medios, con los mercados de los pueblos, que actúan como verdaderos dinamizadores de la vida de los mismos. Y pasamos del calor sofocante del interior al viento refrescante de la costa atlántica. Y escribo "De momento la zona de residencia parecida a cualquier zona de la costa andaluza. Quizá mayor tranquilidad emocional y menor generación y torbellino de sentimientos que me han generado los anteriores asentamientos. Hemos viajado con tres de los hijos de Abzhudin (el conductor) y con su esposa, Amina, totalmente oculta con un velo que sólo deja ver sus ojos. Ojos grandes y rajados. Y preciosos. Las construcciones y el trazado de las calles de Essaouira y su estado medio ruinoso recuerdan a los pueblos del sur de Portugal. Decadencia, turismo que no llega a despegar. Y la crisis azotando. Numerosas estampas para fotografiar y que desgarran tu mundo interior. Vuelven los sentimientos encontrados: Llegamos buscando tranquilidad pero quizá de otro modo y quizá no tanto. Y vuelve la contradicción humana. Y esta vez es la nuestra solamente. Pues entonces qué es lo que queremos. Como dice Enrique Urquijo en la canción de Los Secretos: ¿Que voy buscando?"
Las sensaciones generadas en este lugar contrastan sobremanera con las percibidas hasta ahora y nos permite emprender otro tipo de dedicaciones. Y ocuparnos de nosotros. Y escribo: "La tranquilidad del mar, la inmensidad de la playa de Essaouira y la bondad de la temperatura nos ofrece el marco idóneo para que los viejos amigos se reencontraran, se abrieran y buscaran la ayuda en la sinceridad de su discurso. La oportunidad era única y la supimos aprovechar. Resulta difícil airear nuestras inquietudes y necesidades. Pero quizá nos resulta más difícil aún, escuchar sin sentenciar, sin juzgar sin imponer. El respeto y la consideración presidiendo. Y supimos hacerlo. Essaouira nos permite que la serenidad y la paz vuelvan de nuevo a nuestra mente después de unos días de revuelo de emociones y sentimientos contradictorios provocados en parte por la visión de una comedia humana demasiado cruda para unos corazones pusilánimes y acomodados en exceso. La templanza volvió al ambiente, al escenario y nos devuelve la oportunidad de aquietar las emociones. Igualmente el profundizar en la amistad ayuda en el mismo sentido. El agua se pasea dulcemente por la playa sin apenas oleaje, hasta el viento se vuelve brisa. Parece que ha llegado la paz al espíritu".
Las sensaciones percibidas son de mucha menor riqueza emocional. Y escribo: "El estado deteriorado de las construcciones de Essaouira contrasta con la cuadrícula del trazado de sus calle, anchas y luminosas unas, angostas y en penumbra otras y las menos totalmente cubiertas por una techumbre que me parece excesivamente baja y con una sorprendente frescura y oscuridad. Los bajos de las construcciones, como es habitual, en estas zonas, convertidos en estancias comerciales en las que sus dueños se afanan con intensidad pero menor vehemencia que en los pueblos del interior, en ofrecer y colocar sus productos a los turistas desnortados , confusos e indecisos que caminan más relajados y menos atosigados del reclamo comercial. La tempestad inicial da paso al deambular sosegado y a unas compras programadas. Del vendaval del principio pasamos al declinar de un período de ocio cuyo final está a la vuelta de la esquina. Ahora todo se parece cada vez más a unas vacaciones tradicionales."
Nuestra estancia en el hotel de Essaouira nos permite "recargar las pilas" antes de enfrentarnos al último tramo del viaje y en el libro del hotel escribo: ".Sobrecogidos por el trepidante "infierno de Marrakech" llegamos a Essaouira buscando la serenidad del espíritu en la inmensidad de sus playa, en la tranquilidad de sus aguas y en la amabilidad del personal de este hotel. El que llegáramos a conseguirlo depende del interior de cada uno. Al menos hemos podido intentarlo. Gracias por ofrecernos esa oportunidad. Julio 2013. Andrés Ruz"
La visita a nuestro último destino, Rabat, supondría de nuevo el ponernos en contacto con un espectáculo humano sin precedentes y lo recordaré como uno de los momentos más impactantes de nuestro viaje. A propósito de ello escribo: "La noche sobrevino en Rabat demasiado pronto sin apenas haber podido captar el alma de la ciudad. Caminar casi en penumbras por una medina desierta, desangelada y maloliente nos arrastra sin remedio a la desazón y a la pesadumbre silenciosa que el declive de las vacaciones suelen añadir. El olor, nauseabundo, a veces, la visión de las inmundicias desparramadas, el hacinamiento en las estancias comerciales, la insalubridad en los productos expuestos junto a la indumentaria harapienta de los escasos habitantes de sus calles conforman una estampa singular y lúgubre que genera emociones cercanas a la decadencia al decaimiento y a la tristeza. Tras la cena el escenario es otro bien distinto, el deleite de los sentidos preside los primeros momentos. Los colores de las frutas y verduras, los olores y humareda de las parrillas, el reclamo insistente y repetido de los comerciales junto al caminar serpenteante entre la bulliciosa multitud hace el momento indescriptible. Me congratulo de haber tenido la oportunidad de comprobar las formas de vida de unos pueblos que entroncan con nosotros en sus orígenes pero las circunstancias religiosas políticas, económicas y culturales les llevaron a un destino bien diferente. Y doy las gracias por haber pasado unos días emocionantes en compañía de Aurora y mis amigos".
Al día siguiente Abzhudin pone rumbo, en su minibús, a Tánger, a las cinco de la tarde deberíamos tomar el barco para Tarifa. Y continúa contándonos... la bandera de Marruecos es roja con una estrella de cinco puntas, conocidas como pilares del Islam: la profesión de fe en Mahoma, su profeta, la oración, la limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca... El vehículo se adentra por carreteras polvorientas atravesando poblados con edificios inacabados y con un urbanismo claramente deficiente, de cuando en cuando aparecen cuerpos humanos derrumbados, semiacostados dormitando en los soportales , pero esto son apreciaciones y evaluaciones realizadas por mentes occidentales, pero esto.... Esto ya... es otra historia.
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