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¿CADA INDIVIDUO ES IGUAL A OTRO EN UNA ASOCIACIÓN?
06.05.11 - Escrito por: Manuel Guerrero
Un par de semanas antes de la Santa, un amigo publicó en un medio de comunicación digital un artículo de opinión acerca de la conveniencia de separar Iglesia-Estado, añadiendo de paso una breve descripción poco exultante de los santeros lucentinos, de los hombres que portan el trono. Estas opiniones afectaron a varios lectores y a avispados oportunistas (creo que hubo un número considerable de personas que no leyó el artículo o que solo se entretuvo en mirar los comentarios vertidos al respecto) que montaron en cólera hacia él y, sin esperarlo, hacia la asociación a la que pertenecemos ambos. Eludo nombres para no hacer publicidad gratuita e injusta.
Continúo. Mientras que enfocar la ira hacia este compañero me parece comprensible, siempre que utilicen las palabras («Tristes armas, si no son los palabras», decía el poeta); los ataques de desprecio al grupo de la asociación me parecieron fuera de lugar, injustificados y, a todas luces, equivocados. Lo de querer meter en el mismo saco del artículo a varios de mis compañeros y a mí mismo en su opinión me pareció un sinsentido mayúsculo, cuando por ningún lado aparecía el nombre ni la firma de la asociación y mucho menos el mío o el de otros. Como más tarde publicó, él mismo es el responsable de sus palabras, y no el colectivo, donde compartimos mesa, mantel y debate monárquicos y republicanos, jóvenes y mayores, comunistas y capitalistas, religiosos y ateos, santeros, costaleros y lo que no son ni una ni otra cosa.
Esta libertad de pensamiento, esta variedad del carácter de sus integrantes es lo que a mí me hace estar orgulloso de esa convivencia, porque de igual modo la asociación colabora en la presentación de un libro de un comunista, como organiza un recital de poesía católica (ambas cosas las hemos hecho), sin otro fin que la difusión, la reflexión y el conocimiento, nunca el recelo, la confrontación y la ofensa. No tiene sentido verlo todo blanco o negro, cuando se dispone de una infinitud de tonos grises, muchos de los cuales son compatibles y respetuosos entre sí; pero parece difícil comprender que todos los abonados a un nombre no opinamos o no creemos lo mismo. Porque es el propósito del colectivo agruparse bajo la bandera de la cultura, aunque en este caso sea la misma para religiosos, antirreligiosos y los que no son ni una ni otra cosa; que cada persona proponga su actividad desde el respeto, la sensatez y la coherencia(por ejemplo, me parece un claro insulto y una profunda desfachatez de necios las «advocaciones» de la proclamada procesión atea, que a buen juicio no fueron permitidas en Madrid); porque San Juan de la Cruz, uno de los mejores poetas de la Literatura universal, es sinónimo de cultura y se estudia en los centros educativos como también sucede con Nietzsche, quien proclamó aquello de que «Dios ha muerto» y es uno de los grandes pensadores de todos los tiempos.
De todos modos, dentro de su papel localista una asociación atiende las tradiciones, entre ellas, al pertenecer en parte a Lucena, la santería, que es además una parte de las tantas que tiene la cultura religiosa de dicha ciudad; aunque cada asociado sea libre de valorarla y de involucrarse según su convicción. Pues es obligación de cada uno asistir, por citar dos ejemplos contrapuestos, al recital religioso, sea católico o no, o al dedicado a Miguel Hernández, sea comunista o no; ambas actividades ayudan a la cultura literaria, independientemente dela valoración, de su resultado o de la apreciación que cada uno desee darle, que se traduce en asistencia. Las asociaciones no deben tener una ideología o una confesión siempre: no son católicos todos los que leen a San Juan de la Cruz, del mismo modo que no son comunistas todos los que leen a Hernández.
Y dejo estos ejemplos extremos, porque, repito, hay variados tonos grises con los que cada individuoestá de acuerdo y en los que, sin perder su peculiaridad, forma parte junto a otros de un colectivo; y, además, no es como el fútbol, en el que siempre hay un rival al que abatir.
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