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La calle de la Virgen de la Sierra

01.09.20 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

Después de más de cincuenta años husmeando archivos, hace pocas semanas nos encontramos con un documento que nos llamó especialmente la atención.

El día 27 de mayo de 1590, ante el escribano Juan de Morales, Juan Ruiz del Moral, "yerno de Juan Ruiz Cuevas", vecino de la "calle de Nuestra Señora de la Sierra" se obligaba a pagar a Hernando de Baena, 35 reales de dos arrobas de aceite, a 17 reales cada una, más un real de la escritura. Esta es la única referencia que hemos encontrado, hasta ahora, a una calle con el nombre de la Virgen de la Sierra. De manera que nos pusimos a indagar sobre este tema.
Quince años antes, en el Repartimiento del año 1575, encontramos en la calle del Noalejo (hoy Juan Márquez) a Juan Ruiz del Moral, yerno de Juan Cuevas "el rico", que da 136 mrs. Al principio de la calle vivía su suegra, la viuda de Juan Cuevas, que daba 60 mrs.Juan Ruiz del Moral hizo después una casa en la acera que iba desde el final de la calle de San Marcos a la del Arquilla del Agua.

Una acera que iba, por entonces, algo más arriba de la esquina de la calle de la Cruz, cruzaba la calle de San Marcos un poco por encima de la calle del Agua o de Calvillo e iba casi recta hacia los Arcos de la Puerta de Baena, por un camino conocido luego como el Moredal o "morear", que lindaba ya con las traseras de las últimas casas de la calle de Baena. Un camino que ha llegado hasta la segunda mitad del siglo XX. Junto a esta casa, labró otra su cuñado Pedro Sánchez Copado, casado con otra hija de Juan Cuevas. Esa acera estaba a medio urbanizar, alternándose casas y solares hasta las cercanías de la ermita de Santa Ana, cuyo último tramo se conocía como "solares de Santa Ana".

Parece claro que se empezó a llamar como calle de la Virgen de la Sierra al trozo que iba desde el final de la calle de San Marcos al del Arquilla del Agua. Es decir, el espacio que hoy hace frente a la Plaza de Abastos. Ningún nombre concreto aparece para ese tramo en los padrones de vecinos posteriores a esa fecha.

Afortunadamente, a mediados del siglo pasado, las autoridades municipales resolvieron esta antigua carencia, dando su nombre a un nuevo barrio, construido precisamente al pie de la montaña donde tiene su ermita. La populosa barriada "Virgen de la Sierra".

La Virgen no iba a tener una calle, sino todo un barrio, aunque, en realidad, siempre había tenido a todo un pueblo con ella. El pueblo de la Virgen de la Sierra.

Volviendo al tema inicial, digamos que, en el año 1594, la viuda de Juan Ruiz del Moral, llamada Leonor González de Cuevas, casa con su pariente Juan Ruiz Cuevas, hijo de Mateo Rodríguez. Juan Ruiz del Moral había estado casado antes con Catalina González

Por ese tiempo, en Cabra, solo había una calle dedicada a San Lucía y otra a Santa Ana, que iba desde la calle de Doña Leonor Delgadillo hasta su ermita, lo que hoy se conoce como calle Pepita Jiménez. Todavía no existía la actual calle de Santa Ana. Además, había una referencia a la Virgen María en la calle "del convento de la Concepción".

A finales del siglo XVI, la devoción mariana en Cabra se repartía entre las Vírgenes de la Sierra, Soledad y Rosario, con unas pujantes cofradías.
Sin embargo, no hemos encontrado por esos años ninguna niña bautizada con alguno de estos nombres. Citemos, como curiosidad, los datos que hemos encontrado en los primeros libros sacramentales en que aparece el nombre de María de la Sierra.

Hay que tener en cuenta que, en los libros correspondientes, al dejar constancia del bautismo, lo normal era indicar el nombre de María solamente, salvo que los padres o padrinos pidieran que se indicara alguna advocación concreta. Sí aparecen niñas bautizadas con nombres de santos o santas, como Catalina, Isabel, Leonor, Ana, Juana, Luisa, Josefa, Lucía, Magdalena, Mariana...

De manera que, en los índices de los primeros libros de Bautismos, son numerosos los casos registrados de María a secas y de Marina.
El nombre de Soledad aparece, con cierta frecuencia, a partir del siglo XVIII. El de María del Rosario lo encontramos unos años antes. En la segunda mitad del siglo XVII aparece María del Rosario de la Zarza, hija de Francisco Ruiz de la Zarza, que casa en 1663 con el lucentino Juan Cristóbal de Bruna. La novia vivía en la calle del Horno de San Martín. También figura doña Rosario González Centeno y Saavedra, madre del escribano Isidro García Montero. Pero era natural de la villa de la Torre (Badajoz). Por ese tiempo aparece también doña María del Rosario González Ascanio, que casaría luego con el indiano Luis Aguayo Morales y Rosa.

Ni siquiera encontramos el nombre completo de María de la Sierra a partir del año 1621, tras el milagro hecho al hortelano Pedro Martín Pacho, que revolucionó la devoción a la patrona de Cabra.

Pero esto nos podría inducir a error. Aunque en los índices de bautismos suele aparecer solo el nombre de María, en algunos casos, muy pocos, en el acta hemos encontrado el nombre completo de María de la Sierra.

En el año 1658 nos encontramos con una joven egabrense llamada María de la Sierra Solano, que se casa con Francisco de Alcalá Cazador. Era hija de Baltasar Muñoz Solano y de María Jiménez Saavedra. Los padres vivían en la calle de Juan Grande.

María de la Sierra fue bautizada con el nombre de María el día 12 de julio de 1643.

A comienzos del año 1650 nace y se bautiza en Cabra a María, hija de Juan de Úbeda y de doña Juana María del Portillo. Cuando se casa, en el año 1666, con el albañil Baltasar Pérez Capote todavía figura como María de Úbeda Portillo. No obstante, en documentos posteriores comienza a aparecer como María de la Sierra.

El día 15 de septiembre de 1664 se bautiza en Cabra a una niña a quien se pone el nombre de María de la Sierra. Se trata de la hija de los condes de Cabra y duques de Sesa, don Francisco Fernández de Córdoba y doña Ana María de Pimentel y Córdoba. Oficia la ceremonia el doctor don Juan de Vega Murillo y actúa como padrino fray Cristóbal del Viso, Definidor de la Orden de San Francisco. Digamos como curiosidad que el regalo del padrino fue "dos doblones de a cuatro reales de a ocho cada uno". Una moneda que equivalía a ocho escudos, con un peso de 27 gramos de oro.

En ese mismo año se bautiza en Cabra a una niña africana a la que se pone el nombre de Ana María de la Sierra.

Pudiera ser el caso, también, de María de la Sierra del Moral y Rosa, mujer del platero Juan de Oviedo, que aparece bautizada a finales de 1713 con el nombre de María, hija de Francisco del Moral. Tras su casamiento ya figura como María de la Sierra. Es curioso que el nombre de una niña bautizada como María de la Sierra no figure en los índices de Bautismos hasta bastante más tarde. Concretamente en el libro n º 33 de Bautismos, que incluye los años de 1736 a 1739.
En el folio 8v. de dicho libro aparece una niña con este nombre y se indica que es "hija de la Iglesia", es decir, de padres desconocidos. Posiblemente lo decidiría el oficiante del Bautismo. Fue bautizada en el mes de julio de 1736.

En el folio 243v. vuelve a aparecer una niña bautizada con dicho nombre, de nuevo como "hija de la iglesia". Bautizada en noviembre de 1738. Sin embargo, en el libro primero de Confirmaciones hay una cita de fecha anterior. Entre los confirmados en el mes de mayo de 1715, la primera niña que aparece se llama María de la Sierra. Es posible que, en el momento de la Confirmación, algunas de estas niñas tomaran el segundo nombre.

La segunda mitad del siglo XVII nos trae, entre otras novedades, la de poner a los neófitos varios nombres para pedir el auxilio de los santos o mártires de moda por ese tiempo.

Un caso extremo es el de un hijo de los condes de Cabra, don Félix Fernández de Córdova y doña Margarita Teresa de Aragón. En el año 1687 se bautiza en Cabra a su hijo primogénito, al que llaman Francisco Javier Manuel María Eustachio Benito Antonio Joseph Joachín Mateo etc.

En 1701 se bautiza una hija de Francisco Moreno, a la que llaman Valentina María del Rosario.

Pongamos como ejemplo los nombres que se ponen, en 1749, al hijo de don Antonio de Vargas y Varáez y de doña Martina de Lalanne: Antonio José Juan Natalio de Santa Gertrudis.

Se rompen las limitaciones anteriores. Desde ahora lo raro será encontrar un nombre sencillo, aunque sus padres no pertenezcan a una clase más o menos privilegiada.

En 1707, a un hijo de Pedro del Moral le pone los nombres de Francisco Cristóbal Miguel Joseph y a un hermano, en 1718, Juan Josef Tomás Augusto.

En 1708, a una hija de Pedro Valera, le ponen Francisca María Josepha de San Enrique.

No obstante, siguen faltando bautizos de Marías de la Sierra...

Aunque, con el paso de los años, muchos padres pusieron el nombre de la Patrona a alguna de sus hijas, lo cierto es que parece como si las interesadas no estuvieran siempre de acuerdo con los deseos de los padres.

Les suena raro llamarse María de la Sierra, como también podría suceder a las llamadas María del Castillo, María de los Llanos, María de la Cueva, María Covadonga o María de la Peña, por citar algunas.

Renuncian a bonitas formas apocopadas como Marisierra o Marisi, prefiriendo muchas niñas que se les llame Mari o María, a secas.

Más complicado lo tienen las apócopes de nombres como Timotea o Penélope, por ejemplo.

Frente a la moda de nombres más o menos exóticos como Naomi (de Noemí), Jennifer o Abigail, muchas veces tomados de protagonistas de alguna película o novela, no dejan de resultar atractivos los más clásicos de Carmen, Montse, Ana, Pili o Nati, por decir algunos.

Permítanme que, como viejo, esté un poco "chapado a la antigua" y eche de menos un mayor número de Sierritas entre las jóvenes egabrenses.

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