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La emigración egabrense a Hawaii

22.06.16 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

El comienzo del siglo XX fue bastante difícil para la población española, especialmente para los trabajadores del campo, que se vieron forzados a emigrar a otros países. La penuria en el campo andaluz llevó a numerosos agricultores malagueños y granadinos, especialistas en el cultivo de la caña de azúcar, a soñar con un futuro mejor, atendiendo las promesas que llegan de Estados Unidos para establecerse en el archipiélago de Hawaii.

Con unas islas anexionadas a Estados Unidos poco antes, las autoridades se encontraron con que la mayoría de la población no nativa era asiática.
Unos trabajadores japoneses, chinos y filipinos, con pocas exigencias a la hora de fijar las condiciones de trabajo y los salarios. De manera que las autoridades norteamericanas toman una decisión estratégica y política.

Quieren contrarrestar la mayoría de habitantes asiáticos e introducir en las islas gentes de raza blanca, preferentemente trabajadores que conocieran el cultivo de la caña de azúcar y de la piña tropical, los principales productos de las islas. De modo que hicieron interesantes ofertas en las provincias andaluzas, con preferencia en la llamada Costa del Sol, por la experiencia que allí había en este tipo de cultivos.

Se pedían hombres de 17 a 45 años y mujeres de no más de 40. El salario era superior para los hombres y el pasaje era gratuito. Se ofrecía educación gratuita para los hijos, así como un contrato laboral de tres años y la posibilidad de adquirir la nacionalidad norteamericana, tras una evaluación final de su trabajo y actitud. La mayoría, decíamos, eran trabajadores sin tierra y antiguos pequeños propietarios que la habían perdido, con lo que las condiciones parecían muy interesantes. Los emigrantes, al llegar, pasaban un periodo de cuarentena.

Después, la Asociación de Plantadores de Caña colocaba a las familias según las necesidades de trabajo. A todas las familias les ofrecían gratis el uso de una cabaña con dos dormitorios, cocina y salón. Una casa que podía a ser de su propiedad, a la finalización del contrato. Los hornos y los aseos eran compartidos con otras familias.

Cuando los españoles se quejaron de los altos precios que les ponían los empresarios por artículo básicos, se les ofreció una pequeña parcela para cultivar los productos de su propio consumo.

De manera que, entre 1907 y 1914, casi ocho mil emigrantes andaluces, la mayoría de Málaga y Granada, partieron para el lejano archipiélago de Hawaii, atendiendo las promesas norteamericanas.

El viernes 8 de marzo de 1907 tenía prevista la salida del puerto de Málaga el buque SS Heliópolis con la primera expedición de emigrantes.

El barco había llegado desde Cardiff el día antes y tenía capacidad para poco más de mil pasajeros. Pero se llegan a embarcar casi tres mil en esta ocasión.
El hacinamiento de personas en las bodegas y en la misma cubierta provoca muchas quejas.

Por otra parte, según denuncia la prensa en esos días, el mismo viernes los emigrantes hicieron una pequeña huelga porque, decían, se les había dado café hecho con agua de mar y la comida era tan mala, que muchos viajeros la habían tirado por la borda.

La prensa se hace eco de estas quejas y provoca que las autoridades decidan contratar, de entre los viajeros, a diez mujeres como cocineras y a cuatro hombres como panaderos.

Aunque las cifras que dan los periódicos varían, como suele ser costumbre, se dice que unas quinientas personas decidieron bajar del barco y renunciar al viaje.

Definitivamente, el S S Heliópolis sale del puerto de Málaga el domingo día 10, rumbo a las Azores, donde recoge a varios cientos de emigrantes portugueses.
El S S Heliópolis pasó el Estrecho de Magallanes, parando en Punta Arenosa (Chile) el día 4 de abril. Por fin, el día 26 de abril llegó a Honolulú, tras 47 días de viaje. Al destino llegan solamente 2.231 viajeros. Según datos no oficiales, durante el viaje nacieron catorce niños y murieron tres mujeres y nueve menores.
Se registraron a la llegada siete casos de sarampión y dos de paperas. A su llegada, las familias españolas fueron repartidas entre las diferentes plantaciones.

La vida en la plantación era demasiado restrictiva y a algunas familias no les gustaba aquella sociedad dividida en compartimentos.

El día a día en Hawaii resultaba muy encasillado y rígido para los recién llegados, por lo que se vieron obligados a vivir en comunidades más o menos cerradas.
La integración no era fácil con unos vecinos asiáticos de muy distintos intereses y necesidades.

De modo que hacia el año 1914 solamente permanecían en Hawaii poco más de mil españoles.

El resto se trasladó a California, donde las plantaciones de frutales de los valles de Vaca y Santa Clara ofrecían unas relaciones laborales menos burocratizadas y más personales que en Hawai.

Allí, con un clima y unos cultivos parecidos a los que habían dejado años atrás en su tierra natal, muchos andaluces se establecieron en San Francisco, para luego dar el salto a otras localidades. Rocklin, un pueblo de unos 30.000 habitantes en California, que nació para dar cobijo a emigrantes irlandeses que llegaron para construir el ferrocarril, a los que en 1870 se unieron chinos y finlandeses, fue el destino final de la gran mayoría de españoles procedentes del Pacífico. Unos viajeros que habían tenido que ahorrar para poder pagarse el pasaje desde Honolulú.

Al parecer, la mayoría acabó por convertirse en propietarios de ranchos y haciendas y consiguieron integrarse totalmente en el país. Por suerte, se conservan en Hawaii algunos documentos originales redactados en el momento de la llegada del barco a Honolulú. Entre otros, están las listas de pasajeros llegados, con datos sacados de la declaración personal hecha por los viajeros al oficial de inmigración en el puerto de llegada. Esta persona desconocía la lengua española y transcribía a mano lo que oía directamente.

Teniendo en cuenta la pronunciación andaluza, es lógico que muchos asientos de las 132 hojas resulten de difícil interpretación. A modo de ejemplo, vemos varias personas que dicen ser naturales de "Bele", cuando se refieren a Vélez Málaga. Otros aparecen como naturales de "Benoha", localizada como Benaoján, en Málaga. Lo mismo ocurre con los nombres y apellidos.

Como los americanos solamente usan el apellido paterno, es normal que, cuando se encuentran con dos apellidos, toman como tal el segundo y como nombre los dos primeros. Según parece, en esta expedición solamente fueron emigrantes cordobeses de Cabra y Lucena.

Es curioso que debieron ir juntos o, al menos, se da la circunstancia de que aparecen registrados casi seguidos entre las hojas 94 y 109. Podemos suponer que egabrenses y lucentinos se desplazaron juntos a Málaga en el ferrocarril que venía de Linares a Puente Genil, cambiando allí por el que, desde Córdoba, se dirigía a Málaga.

La fecha prevista de salida del barco era el viernes 8 de marzo de 1907, por lo que se puede suponer que saldrían el día anterior de sus lugares de origen.

Veamos ahora los datos de los emigrantes egabrenses.

En la hoja número 109 del listado nos encontramos con la familia de Emilio Aranda Blanco.

Según el listado de llegada a Honolulú, Emilio era natural de Cabra, de 37 años de edad. Su esposa, María Dolores, declara tener 30 años. Aparece en la lista como Dolores Ramírez (sic) Moreno. El marido aparece como Blanco y ella como Moreno, por las razones explicadas. Tienen una hija de 10 años a la que registran como Sierra Blanco, aunque su nombre exacto era María de la Sierra Aranda Moreno. De la esposa tenemos algunos otros datos, tomados en el Archivo de la Parroquia de la Asunción y Ángeles.

María de los Dolores Isabel de la Santísima Trinidad Moreno Vera fue bautizada en Cabra el día 5 de junio de 1875 por don Antonio Candela. Era hija de Andrés Moreno, trabajador del campo y de María de la Sierra Vera. Por vía paterna, era nieta de Francisco Moreno y de María Roldán. Por vía materna, lo era de Francisco Vera y María de la Sierra Lama, difuntos.

Marchó a Hawai ya casada, pero enviudó pronto, por lo que se volvió a casar allí, el día 2 de marzo de 1913, con Juan Gutiérrez, también español. La ceremonia se celebró en la catedral de Honolulú y fueron testigos de la misma Rafael Moreno e Isabello Santiago. Así consta en una nota marginal al acta de bautismo, firmada por el vicario don Andrés Caravaca Millán.

Hemos tratado de localizar en los listados al posible segundo esposo de María Dolores. En el supuesto de que fuera uno de los viajeros de la expedición del S S Heliopolis, podría tratarse de Juan Caro Gutiérrez, viudo, de 39 años, natural de Saucejo (Sevilla).

En cuanto a los testigos de la boda, podrían ser Rafael Moreno Martín, de 30 años, natural de Órjiva (Granada) y Manuel Santiago Romero, de 30 años. natural de Totalán (Málaga).

Otra familia egabrense era la de Francisco Castro Castro, de 32 años, casado con Francisca Flores Rojas, de 31. Aparecen en la lista número 100.
Han viajado con ellos sus cuatro hijos, Antonio, Celestino, Rafael y Adolfa, de 9, 8, 3 y 2 años, respectivamente. Tres varones y una niña.

En la hoja número 98 figura la familia de Ricardo Moreno Prieto, de 40 años, casado con Carmen Casorba (¿tal vez Cazorla?) Martín, de 28 años. Tienen cuatro hijos, Antonio, José María, Manuel y María, de 13, 11, 4 y 1 años, respectivamente.

Por los problemas comentados, es posible que hubiera una cuarta familia egabrense, que aparece en la hoja número 97 y en la que figuran como naturales de "Casra o Castra". Aparecen al final de dicha hoja y muy cerca de la familia de Ricardo Moreno.

Se trata de Salvador Rex... Tupas, de 32 años, marido de Rosario Lobato Romero, de 27. Con ellos va su hijo José, de 7 años.

Es posible que sigan viviendo en Cabra familiares de todos los citados, que podrían darnos más detalles de aquellos que emigraron en el año 1907.

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