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Caer en la cuenta
02.09.16 - Escrito por: Andrés Ruz
 Utilizamos esta expresión cuando, ante determinadas situaciones vividas, ocurre que, con relativa frecuencia, pasan inadvertidas algunas consideraciones en relación con las mismas y de las que no nos percatamos hasta que son rememoradas con posterioridad, o hasta verlas reflejadas en algún escrito o en un programa de radio o televisión que se cruza casualmente con nosotros, o simplemente hasta que las echamos en falta. Entonces decimos que hemos "caído en la cuenta" de esto o de aquello.
Así no nos percatamos o no caemos en la cuenta de lo importante y valioso que es la salud hasta que ésta se tambalea o se vuelve maltrecha y débil. Del mismo modo no caemos en la cuenta de lo placentero de determinadas situaciones vividas, a veces de forma cotidiana, y de la satisfacción y felicidad que nos producen hasta que no las revivimos o rememoramos, siendo entonces cuando le damos su justa valoración.
Y es a esto precisamente, a lo que quisiera dedicar estas palabras, a la conveniencia de caer en la cuenta más veces de las que quizá hacemos y dar su justo valor a bastantes de las situaciones o acontecimientos que nos ocurren, y no solemos caer en la cuenta de la satisfacción y placer que nos reportan. A veces somos un poco torpes, viviendo demasiado deprisa y todos esos hechos pasan muy "de puntillas" por nuestras vidas. Sin apenas ser advertidos. Pasan de largo. Sin darles tiempo para ser valorados.
Cada uno tendrá sus momentos propios, y cada fase de la vida añadirá unos y restará otros, o simplemente los adornará con detalles de singularidad. Algunos de esos momentos que quisiera compartir y que pueden ser comunes para bastantes de vosotros, paso a relatar a continuación.
Atardecer en la playa, el permanecer sentado a la hora del crepúsculo en las incomparables playas de Cádiz, frente a la inmensidad del mar, perder la vista en el horizonte, sintiendo la suave brisa sobre la cara y esquivando cualquier atisbo de preocupación de las que diariamente nos asaltan, me parece un momento único. Pura sensualidad. Un disfrute de los sentidos. De la vista. La arena confundiéndose con las sinuosas aguas que avanzan y se retiran en sutiles oleadas. Los tonos rojizos anaranjados y violetas del horizonte. El majestuoso astro va diciendo adiós, convertido en círculo luminoso imposible de mantener en la mirada, queriendo dejar su aureola reflejada en una estela resplandeciente que se alarga y resalta en unas aguas, ya oscurecidas, a esta hora del crepúsculo. El tacto de la suave brisa en el cuerpo semidesnudo, hacen más placentera la situación. Pero el oído tampoco se queda atrás y al continuo y suave susurro del rompeolas se suma el grave y tumultuoso clamor de fondo de un mar profundo y ensombrecido, consiguiendo un escenario irrepetible y distinto por muchas veces que lo contemplemos. Por fin el sol termina por desvanecerse en el horizonte. La brisa ahora parece hacerse más patente y de pronto sentimos la necesidad de buscar alguna prenda con que cubrir nuestros hombros.
Y qué decir de esas noches veraniegas en las que la astenia acumulada por el trabajo de todo el día, junto con la que la estación añade ve cumplida su recompensa en una charla cálida, serena y compartida con buenos amigos. Y cómo gana el escenario si se une el olor de un frondoso jazmín cercano o el saborear una bebida bien fresca.
O esas primeras palabras o gestos llenos de guiños hacia ti , de unas hijas o de unas nietas, en mi caso, recién salidas de una lactancia que se alarga cada vez más, para llegar a esa primera infancia que colma de sorpresas, alegría e ilusión a los que les rodean. Y viajamos en nuestro recorrido por la vida sin apenas caer en la cuenta en
cómo estos pequeñines van adquiriendo nuevas funciones, capacidades y habilidades evolutivas, y que en algunos momentos quisieras aprehender y fijar para que el disfrute de esa situación no fuese tan efímero. Desearías que el tiempo se detuviera en estas etapas, que luego seguramente recordarás, pero más vagamente de lo que creemos. Tan sólo basta comprobarlo cuando transcurridos algunos años, contemplamos con cierta expectación imágenes y recuerdos del pasado. A veces, son tal como las conservamos en la memoria, pero en otras nuestra cara delata la sorpresa que el recuerdo nos produce.
Y ese café matutino bebido de forma pausada, sin prisas, con la mente en blanco, queriendo dilatar y perpetuar al máximo ese último sorbo que dará paso a la vorágine cotidiana.
O esa lectura plácida y sosegada, con olor a tierra humedecida del Parque recién regado, con aromas de jazmín, dompedros o buganvillas.
Y qué decir de ese ese paseo matutino con la diversidad de contrastes que nos brinda el amanecer . No sólo son aromas, contraluces y sonidos los que nos salen al encuentro y nos dan la bienvenida. La mañana es una auténtica explosión de los sentidos. La mañana es todo un espectáculo. Una verdadera invitación a ser feliz. El sueño reparador ha ejercido su misión y la intensidad de las preocupaciones parece haber cambiado, o al menos mermado o, incluso haber desaparecido, y si no es así, al menos puede haberse modificado el prisma con el que las observemos. Y si ese paseo termina en un acudir sin prisas a la Capilla de las Hermanas de La Cruz, verdadero templo de paz ,de silencio, de serena generosidad y cómo no de ejemplo sin igual para todos nosotros , entonces la satisfacción, como el deseo de compartir con los demás se acrecienta. Y recuerdo las palabras de Rojas Marcos: "las relaciones generosas con otras personas son la fuente más rica de felicidad". Todos aprendemos con el tiempo, esa ley natural que dice que la mejor manera de conseguir la felicidad es proporcionársela a los demás. En este mismo sentido dice Vicente Ferrer "No busco mi felicidad sino la felicidad de los demás, La felicidad de los demás es mi felicidad."
Y ¡qué decir del cariño y apoyo percibidos en todo momento, muchas veces no expresados o verbalizados, pero sintiendo su presencia y que recibes de los tuyos, y de toda tu familia! ... Sin palabras!!!
Termino mi reflexión sobre estos pequeños o, quizá mejor, grandes satisfacciones o placeres, que a veces dejamos pasar inadvertidos, sin " caer en la cuenta" en ellos, y sin embargo, pueden ser un medio y una forma de alegrarnos la vida. Son momentos y escenas agradables que van salpicando ese recorrido vital. El saber detectarlos, aprehenderlos y disfrutarlos es donde creo que , en buena parte, está el arte para ser feliz.
Esas escenas descritas son "mis momentos", "mis situaciones", formas de encontrar felicidad del que suscribe estas palabras. Sin duda que existen otras muchas que se han quedado atrás, y que no he relatado. Y cada uno, por supuesto, tendrá las suyas propias y seguramente bien diferentes. Creo que convendría percatarse y "caer en la cuenta" de las mismas, pues son formas de explorar, de buscar y de encontrar, de forma sencilla y sin grandes requerimientos, la felicidad individual.
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