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Tertulia con Mateo Olaya Marín, pregonero de la Semana Santa del 2011

04.04.11 - Escrito por: José Manuel Jiménez Migueles

Calle Marqués de Cabra. La madrugada del Miércoles Santo se encarga de cincelar el eco misterioso de una saeta que nuestro pregonero espera con la ansiedad propia del que ama la música de la Semana Santa y del que siente la familia como algo imprescindible. Allí, en aquella estrecha calle en la que tantas veces Rafa Padillo erizó el alma de Mateo Olaya, radica el hogar desde el que se han escrito ya las líneas maestras del Pregón de la Semana Santa de Cabra de este año de 2011. Allí, tres amigos tertulian, como a ellos les gusta decir, sobre los entresijos de la vida cofradiera de “Clavesol”. Antonio Ramón, Mateo y el que esto escribe.

Mateo, ¿por qué, y empezamos fuerte, la Semana Santa?

Pues es muy fácil: porque, como decía Antonio Burgos, la Semana Santa es la metáfora de la vida. Dolor sublimado en las imágenes que nos acercan a lo divino, porque tiene lugar en la primavera, porque a todos nos hace sentirnos niños y por tanto habla de nuestra patria, ya que como decía Rilke, nuestra patria es nuestra infancia. ¿Te parece poco?. Es pasión, como toda pasión es también desmesura de sentidos y signos, la Semana Santa puede llegar a serlo todo ya que vivimos de manera intensa cualquier episodio que la vida nos pone por delante, como por ejemplo las vísperas, tan anheladas por el cofrade como la propia Semana Santa. Aun así, esta elevada manera de entender las cofradías que tenemos tantos cofrades de este pueblo nos juega una mala pasada. Creemos que nada llegará, que le ganamos la partida al tiempo y cuando pasa el Domingo de Ramos, disfrutamos del momento, pero también sufrimos la cruel puñalada que nos asesta el tiempo. Es como si contáramos el tiempo al revés. Más que contar lo que hemos vivido como algo ya ganado, vamos quitando páginas y diciéndonos a nosotros mismos que falta tanto o cuanto menos para el final. Es como un recuento de días que se van perdiendo. La belleza de lo efímero. La Semana Santa es una muestra única de arte total. Como diría Núñez de Herrera: “Si la religiosidad es la pureza de sentir, nada más religioso que la Semana Santa”. Pues eso, nada más religioso que esto.

Nadie entiende la figura del Mateo Olaya cofrade sin la música de la Semana Santa. No hay duda: hoy en día eres una de las primeras firmas en toda Andalucía en lo que a la musicología de nuestra fiesta se entiende. Pero, ¿cómo comenzó todo?

- Todo comenzó muy a poco a poco. Siempre he tenido relación con la música: formé parte del Centro Filarmónico y estudié en el conservatorio, hasta grado medio en Córdoba. Empecé a investigar en la marcha procesional alrededor del año 2001, aunque ya desde chico canturreaba y silbaba las melodías de las marchas que oía en las cintas de casette. Empecé a investigar, como cualquier cofrade que se precie, comprando y coleccionando los mejores discos de cada año. Pero he aquí que en el año 2003 ocurre un acontecimiento capital: fortalezco mi relación con Juan Manuel Valverde gracias a mis intervenciones en Radio Atalaya para hablar de medio ambiente, y, a partir de ahí, comenzaron una serie de interminables conversaciones de dos melómanos que descubrimos un bellísimo punto en común: la marcha de Semana Santa. Fruto de esas conversaciones, surgió el programa “Clásicos de Pasión”, donde conocí los entresijos de la radio y, de inmediato, me enamoré del medio. Por eso, la figura de Juan Manuel Valverde es imprescindible para mí, tanto en mi formación cofrade, musical y radiofónica. Sí, yo vengo de la escuela radiofónica juanmanuelina, como suelo decir en tono de broma. Le tengo un gran aprecio y me honro en ser su amigo. Le mando un saludo y le digo que ahora me doy cuenta de que no predicamos en el desierto en aquellos programas. Algo o mucho impregnó entonces, porque los repertorios musicales que se escuchan en Cabra han mejorado sustancialmente. Ahora Farfán no es un nombre extraño, Beigbeder no es del todo un desconocido, y Gámez Laserna suena incluso de esquina en esquina; ahora incluso se presta más atención a los buenos compositores actuales.

¿Y cómo sigue, en el mundo de la música, ese camino imparable, que te ha llevado a protagonizar presentaciones, conferencias, programas de radio y televisión?

- Pues bien, otro punto esencial es la fundación de la página web de Patrimonio Musical (www.patrimoniomusical.com), portal de divulgación dedicado en exclusiva a la marcha procesional. Determinados compositores contactaron con nosotros, como personas de la talla de Manuel Marvizón, Pedro Morales, así como con directores como Francisco Javier Gutiérrez Juan, máximo responsable de la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla.

¿Qué momento musical fuera de un cortejo penitencial recuerdas de forma especial?

- Un concierto de la Municipal de Sevilla. Gutiérrez Juan tuvo a bien regalarme uno de los mejores momentos que conserva mi memoria en lo que a este tema se refiere: la invitación personal a la presentación, en la Catedral de Sevilla, del disco “Esta es nuestra historia”, en el que se grabaron marchas que, en parte, fueron promovidas y defendidas por nosotros, los de la página web. Sentirme parte importante de aquel proyecto, sigue suponiendo, para mí, uno de los principales hitos de mi vida cofradiera. Por suerte, después de aquel concierto (año 2005) he podido seguir manteniendo relaciones estrechas con esta banda y otras que me han ofrecido la posibilidad de vivir en primera persona eventos musicales de interés.

Guardas un cuadro especial, con la imagen de la Esperanza Macarena. ¿Qué nos dices de él?

- Sí, fue un obsequio de la Junta de Gobierno de la Macarena. La Banda del Carmen de Salteras ofrece a la hermandad de la Macarena un concierto oficial cada año. Y ese año, en el 2006 creo recordar, nos tocó a dos miembros de Patrimonio Musical, José Manuel Castroviejo y un servidor, presentar el mismo debido a la misma razón anteriormente comentada, pues parte del libreto de aquel concierto fue recuperado y promocionado en nuestra web y por los que formamos parte de ésta.

En muchas intervenciones públicas has dejado claro que tu filiación a las cofradías nace en la cuna gracias a que tu padre nada más nacer, te inscribe en la Cofradía de los Negros de Cañete de las Torres. Háblanos de ella.

- Son mis orígenes cofrades, porque mi familia es de Cañete de las Torres, aunque yo, como mi hermano, soy egabrense, llevo toda mi vida viviendo en Cabra. Mi padre fue Hermano Mayor de una cofradía, llamada popularmente como la de “los negros” que, precisamente, se encarga de procesionar los pasos de la Oración en el Huerto y del Santo Entierro, mis dos grandes filiaciones en Cabra. Tengo a fuego los recuerdos del tacto de esa túnica castiza, rancia y negra donde las haya así como el rito del traslado del cuerpo de Cristo desde la ermita hasta su paso procesional en la parroquia del centro del pueblo. Es una estación de penitencia singular, se recrea el traslado al sepulcro en la madrugada. Al día siguiente, una vez depositado Cristo Yacente en la urna, la imagen procesiona en el Santo Entierro. Ni puedo ni quiero olvidar la felicidad, la extraña sensación de felicidad que me embriagaba en mis primeras primaveras. Y por supuesto Cabra. La Soledad y el Huerto. El segundo está claro, ya que mi hermandad de Cañete tenía este paso de misterio que aquí me sobrecogió por su solemnidad, seriedad y categoría artística. La primera en parte por mi abuelo, taurino hasta la médula que solía asistir a las corridas de toros del Sábado Santo. La otra parte la puso Ella.

¿Y en tu hermandad del Huerto, qué momento recuerdas con especial cariño?

- Son cientos los momentos que podía destacar en más de 10 años de participación activa dentro de mi hermandad, pero pienso que uno de los más álgidos ocurrió a las cero horas del último Domingo de Ramos en el que José María Tron fue Hermano Mayor. Estábamos todos. El Señor estrenaba túnica. La tensión emocional no se palpaba, sino que golpeaba los sentidos y las emociones. Todos sabíamos que era un momento último y único y, de pronto, el Hermano Mayor oró y reflexionó por y de la Hermandad, mientras Rafa Sabariego al órgano interpretaba la abrumadora Jesús de las Penas. Sublime aquello. Aunque, como es normal, también recuerdo momentos como mi primera estación de penitencia como hermano costalero, cada abrazo con Marisierra al salir del paso cada noche de Ramos o aquella esquina del Fraski que compartí contigo, esperando ver esa magnífica revirá al son de “A Jesús de las Necesidades” de Manuel Aguilar, cuando tras el Huerto iba la banda de música de Cabra.

¿Y de alguna estación de penitencia en concreto?

- La salida del año 2003 con la marcha “Sangre en tus Clavos”, que fue el último año del paso antiguo. Por la solemnidad del momento, por la sintonía entre marcha y costaleros, por lo sobrecogedor de una de las mejores marchas de Agrupación Musical escrita de la historia (aunque podríamos atrevernos a calificarla como la mejor por lo que supuso después). Por todo. Creo que la Hermandad ha hecho suya esa composición.

¿Te gustaría ver al Huerto salir con esta marcha?

- Sí, por supuesto. Sería nuevamente precioso ver al Huerto salir con esta marcha. Hay ciertas conjunciones que por mucho que se repitan, no pierden el pellizco y la emoción. Al contrario, en la reiteración adquieren dimensiones especialísimas.

Coincidimos plenamente. Por cierto, ante has hablado de José María Tron Moreno. Creo que no hay en Cabra cofrade más cofrade que José María. A los dos nos introdujo en la Junta de Oficiales de la Hermandad del Huerto y, supongo que, pensarás como yo, pocas personas existen más preparadas que él para regir los destinos de una hermandad y, por supuesto, para escribir, de manera magistral, un pregón impresionante, ¿verdad?

- Rotundamente sí. Coincido contigo. José María Tron es, junto con Antonio Ramón, mi mentor en la hermandad del huerto. Ambos me han enseñado a ser y a estar en la cofradía. Con Tron aprendí la responsabilidad y la seriedad de un oficial en la junta de gobierno, la mesura, las proporciones, la paciencia, la virtud de la espera y el trabajo desprendido, mientras que de Antonio Ramón aprendí que nuestra hermandad no tendría razón de ser sin el sentido teológico de la Oración en el Huerto, donde Cristo pide que no se haga su voluntad sino la suya, la del Padre. Eso, y que la hermandad no empieza en los ciriales y acaba en los músicos, sino que comienza en la cruz de guía y acaba en el último hermano que pone el pie en la calle. Otra persona muy ligada al Huerto es mi amigo José Alberto Pérez-Aranda. En el colegio, en el instituto, me hablaba con frecuencia de su hermandad. La fui conociendo poco a poco también de sus labios. Y hoy es el Hermano Mayor. Todo un honor estar con él en la Junta de Oficiales. Él también aprendió mucho del trabajo de una hermandad con José María Tron.

Dinos, pregonero, una marcha, un paso y un enclave.

- Hay miles: Sangre en tus Clavos en la salida del Huerto; Soleá dame la mano en la salida de la Soledad, o el Buen Fin subiendo calle Mayor; la marcha fúnebre de Chopin interpretada al Sepulcro entrando en Carrera Oficial, o este paso también con “Virgen de Piedra”; el Zoilo por la calle Priego con “Martirio”; el Preso saliendo con “Cristo del Amor” (casticismo sobre casticismo); Sí. Hay muchos más. Todos únicos.

¿Qué es para ti la Semana Santa de Sevilla?

- Una enciclopedia que abre sus puertas el Domingo de Ramos y donde los cofrades encontramos, si no la perfección, sí la esencia, los modelos, la máxima expresión de lo que es la concepción barroca, la emoción romántica de un altar andante, el aprecio a la túnica, la asistencia respetuosa a las estaciones de penitencia. Toda ella es un canon y de hecho así se ha demostrado, puesto que ciudades que presumen de conservar lo autóctono, han sucumbido a sus encantos y han incorporado lecciones estéticas y éticas de la Semana Santa de Sevilla. La sevillanización no ha sido un capricho en Cabra, ni en el resto de Andalucía. Es lógico que se copien los modelos, y la Semana Santa modélica por excelencia es la de Sevilla. Porque se conjuga religiosidad, armonía, cátedra artística y sentido de la elegancia y el estilo.

Una revirá, una chicotá, el encuentro inesperado con una cruz de guía, el silencio de una recogida. Son momentos que hacen, de las personas, cofrades. ¿Qué momentos hacen, del cofrade, pregonero? Y, entre ellos, cuál hace que el pregonero se convierta en niño, que vuelva a su infancia, que añore las gaitas de Canela y las cornetas de Alvarito.

- Si la memoria del pregonero es un pozo, sin duda es la infancia el más fundamental e imprescindible acuífero que lo nutre. No sólo la infancia vivida, sino la recreada y soñada, la anhelada e ilusionada. Luis Cernuda –como siempre, miremos en los clásicos- dio en la clave. Entonces, es la infancia ese pozo al que el pregonero acude para sacar agua, no hay mayor certeza; pero como vuelve tantas veces a su infancia en cada Semana Santa, porque la Semana Santa es ante todo la recuperación de lo vivido, el pregonero constantemente tira de los recuerdos que se anudaron en su vida desde que nació hasta el mismo instante en el que está escribiendo su OBRA LITERARIA.
Hay unos detalles que encienden esa chispa adecuada de la inspiración. Por ejemplo. Mi abuelo venía de Cañete de las Torres a invitarme a ver los toros –era muy aficionado- y antes de entrar al coso se daba la gran lección de que su nieto le enseñaba a la Virgen de la Soledad. No había clase taurina sin antes clase cofradiera, por el simple hecho de que había toros porque había Soledad en la calle. Además, ahora que los nombras, los tambores de Canela, de Alvarito, esos sonidos pretéritos tan añejos donde los tambores parecían sacados de películas de romanos, se reproducen constantemente en nuestros labios, no hay duda. Las marchas clásicas que ellos tocaban, heredadas de la Guardia Civil, siguen sonando todavía en nuestras calles, más evolucionadas eso sí, aunque, en ocasiones, por obra y desgracia de los arreglos, involucionadas.
¿Y dónde están los recuerdos que hacen al pregonero que se convierta en niño? ¡Dónde van a estar si no es en el Domingo de Ramos! Es el día más especial, donde nos bañamos en los ojos infantiles. ¿Verdad que tenemos esa sensación de que queda toda una vida por delante? El primer día en el que entregamos nuestro cuerpo y nuestra alma a la seducción de los sentidos y de todo lo que no se ve, que siempre es mayor de lo que se ve. Al día siguiente del Domingo de Ramos, algo te dice en el aire que la vida es más corta de lo que parece cuando la estrenas.

Los cofrades, como buenos apasionados solemos escribir en mayúsculas el relato de nuestros recuerdos. Además, musicalizamos momentos, que revientan de primavera nuestras retinas. Así, ¿qué parte de tu pregón está enmarcado en letras mayúsculas capitales y, además, está secuenciado por alguna de esas melodías que nos trascienden por su solemnidad y gravedad?

- ¿Estás pidiendo que adelante contenidos del pregón? No es cumplido, pero el pregón está escrito con mayúsculas de principio a fin. No quiero decir con esto que sea magnífico, sino que todo su contenido es importante para mí, del primer punto al último. Cambian los tonos y los ritmos, el cariz y el enfoque de las cosas, pero asaltan con frecuencia párrafos de vital importancia donde el pregonero se desnuda y abre su pecho al sentido de la Semana Santa. De melodías y fragmentos… me permito la licencia de no adelantar nada más.

La soledad del pregonero. Martirio y alivio obligado de quien asume la responsabilidad de pellizcar el alma de todo un pueblo cofrade, el de Cabra. ¿Qué Soledad ha sido la que más has disfrutado desde aquella noche del 20 de agosto?

- Esa misma noche del 20 la disfruté y hasta hoy es uno de los momentos más especiales. Al poco de recibir la noticia tenía dos ideas muy claras: la marcha que sonaría y quién iba a ser mi presentador. Tú sabes muy bien parte de la historia de esa noche. Pero luego pasé un par de horas solo, reflexionando en mi casa, delante del ordenador, escuchando marchas procesionales, entre ellas la que me gustaría que sonara el próximo 10 de abril en el Teatro. Esa noche la disfruté por todo lo que se me ponía delante, un torrente de ilusión, un volcán de emociones irrefrenable. Después, las soledades disfrutadas son esas en las que el pregonero se bate con el texto una y otra vez, gozando del proceso de confección del pregón. Eso en los días buenos, porque no nos engañemos, hay días que no se dan bien y se sufren, porque hay mucha responsabilidad y el listón es alto.

Cuando la palabra no bastaba para predicar el Evangelio, la Iglesia sacó las imágenes a la calle. Y es que, una imagen, dicen, vale más que mil palabras. No pienso así. Frases como “las vísperas del gozo” o “la vida de una semana” evocan en nuestra mente un impresionante elenco de miles de imágenes. ¿Qué palabras o frases recuerdan al pregonero la magnitud de lo que nos toca vivir, y dibujan, en tu mente, instantáneas que nunca desaparecerán?

- Entre las frases, tú has sacado a la palestra dos esenciales, sobre todo la de Caro Romero. Decía, este poeta, que “el mundo es ancho y difuso y la vida es una semana”. Es así. Pienso que la Semana Santa es una cartografía misma de la vida. No hay celebración religiosa y expresión artística en la que la vida se represente tan fielmente como en la Semana Santa. Por cierto, nos quedamos siempre en el pregón de Rodríguez Buzón y de Carlos Herrera, y Caro Romero pronunció un pregón que no envidia a éstos.
En los clásicos, hay frases que recuerdan miles de imágenes. Quevedo, por ejemplo, que era ese poeta que andaba en el limbo del tiempo intentando sujetarlo para meterlo en su particular cuadrícula de análisis. Es la misma inquietud, la de Quevedo, la que tiene el cofrade: encerrar el tiempo en sus claves, y comprender términos como fugacidad y eternidad.
¡Y qué decimos de Bécquer y sus frases, tan románticas como la misma marcha procesional “Virgen del Valle”! Bécquer retrata en su poesía las constantes vitales que se hacen presentes en la Semana Santa.
Pero vayamos al Evangelio, que no podía ser de otra forma, tiene frases magistrales que nos evocan irremediablemente a imágenes sagradas que las representan precisamente. “Hágase tu voluntad, y no la mía”, y estás viendo a Cristo con los brazos abiertos como intentando, si es posible, apartar el cáliz. “Padre, por qué me has abandonado”, y ves a Cristo en la cruz en su último aliento de vida. La palabra es mucho más fuerte que la imagen en estos casos.
No voy a dejarme atrás a Antonio Burgos, por supuesto. Decía en uno de sus memorables artículos cofradieros que “mirar a una cofradía que pasa es como contemplar el mar”. La confrontación de lo inamovible y lo que pasa: la pura realidad de la Semana Santa.
Y Pablo García Baena, gran literato, premio Príncipe de Asturias de las Letras que dio uno de los mejores pregones que se conocen en Córdoba hace muchísimo tiempo. En una de sus poesías, dedicada a la Quinta Angustia, siempre recuerdo a esa poderosa imagen de la Virgen de las Angustias de Cabra: “ahora ya sí soy reina y bendita entre todas”.

De las siguientes opciones, elige: ¿un paso de Cristo o un paso de palio?

- Para ver con un niño, el paso de Cristo, porque el niño mira con ojos especiales el cuerpo martirizado de Cristo. ¿O no es emocionante sentir a un niño cerca de ti y que balbucee con su vocecilla esa palabra que lo dice todo: el Señor?; para recrearse con la perfección armónica del arte efímero, el paso de palio al compás de una buena marcha procesional.

¿”Caridad del Guadalquivir” o “Callejuela de la O”?

- (Risas) “Caridad del Guadalquivir”, sin que sirva de precedente. Dos marchas que con el tiempo se empequeñecen, no resisten los pitones afilados del paso de los años. Demasiado poco, para lo mucho y bueno que tiene la Semana Santa.

¿Abel Moreno o Paco Lola?

- Abel Moreno, un profesional de la música, con profundos conocimientos, que no quiso o no pudo (quién sabe) exprimir en condiciones una partitura de marcha procesional. Sobrevalorado y culpable en parte de la vulgarización del género. Pero pregúntame por algún autor que me motive (risas).

¿Si tuvieras que elegir la mejor marcha procesional de la historia?

- “Soleá dame la mano”, muestra mayúscula del movimiento nacionalista musical en España del primer tercio del siglo XX, hoy en día es mucho más evolucionada y compleja que muchas marchas actuales. La escuchas hoy día y parece una composición de vanguardia, que rompe moldes. Porque estamos muy acostumbrados a ella y nos suena a clásico, pero es un prodigio musical y un honor que nuestra Semana Santa tenga en su patrimonio este tipo de música. Algo muy grande tuvo que vivir Manuel Font de Anta, su autor, para concebir esta gran marcha. Entre ella y “Amarguras” podíamos hacer una conferencia de cómo la marcha aquí es principio y final.

¿Pregones?

- Que me hayan marcado, el de mis hermanos Antonio Ramón y Salvador Guzmán (casualmente, daré el pregón a los diez años de Salva), el de Pepe Delgado, para mi gusto de gran calidad literaria; el pronunciado por Juan Manuel Valverde, por todo lo que suponía para mí. De fuera diría Rodríguez Buzón y estaría repitiéndome; pero para mí ningunos como los de Antonio Burgos, Carlos Colón y Antonio García Barbeito. De enorme altura oral también el de Carlos Herrera, y no digamos ya Pablo García Baena, porque, y esto va para las nuevas generaciones, en Córdoba también se han dicho grandes pregones, ¿saben? García Baena fue premio Príncipe de Asturias de literatura, y otros galardones más. Tiene pasajes, en su “Retablo de las cofradías cordobesas”, como se titulaba el pregón, memorables. Y estoy seguro que cuando lo pronuncie y pueda leerlo, otro de los pregones que me habrán marcado será el que haga mi amigo Luis Miranda este año en Córdoba.

¿Qué opinión te merece el desaparecido desfile de Viernes Santo?

- Miro con mucha nostalgia y pesar la ausencia de este rito de nuestra Semana Santa, que tanto carácter imprimía. Es triste, en parte, que la estulticia de algunos haya sido más fuerte que el sentido de la tradición y el compromiso de muchos cofrades. Participé en él varias veces, como capuchón del sepulcro. Un año en concreto fue horroroso, porque fui testigo del arrebato y de la actitud lamentable de una pandilla de gamberros y energúmenos que no supieron guardar el respeto ante una tradición valiosa e importante de este pueblo. Uno no daba crédito al ver a personas hechas y derechas, hacer el gandul y el simio ante una cosa muy seria para el pueblo que les vio nacer.

Una excentricidad en este contexto… ¿tiene algo que ver Enrique Bunbury con la Semana Santa?

- Pues mira, algo supongo que sí. Manolo Lama, en su pregón, nos dio la oportunidad de ver una pequeña relación, cuando Bunbury dijo eso de: “cera, mucha cera”. Me hizo mucha gracia. Como la cera que le dan muchos periodistas y críticos musicales. Qué gran músico, por cierto. Pero si afinamos, Bunbury es de Zaragoza y en su infancia el tambor fue fundamental. Allí el tambor es un elemento de culto en la Semana Santa. Como curiosidad, el batería de Héroes del Silencio fue nombrado Tambor de Honor de la Semana Santa del Bajo Aragón hace pocos años.

Y, para culminar, un momento donde mezclaste de forma sublime la Semana Santa y el amor por tu esposa:

- Era el año 1995, creo, poco antes de hacerme hermano del Huerto. Estaba esperando la salida del Huerto. En aquella época era frecuente ver salir el paso con la marcha “Jesús de las Penas” con ese cambio preciso y cortante, que en su movimiento lento se encajaba perfectamente en la letanía pausada de la marcha de Pantión. Cerca de mí estaba Mª Sierra, con una amiga suya que sí conocía. Empezó a llover levemente, y en eso que hablamos brevemente sobre lo que estaba pasando, lo típico de cuando hay amenaza de agua en la salida de una cofradía. Al cabo del tiempo, a los cuatro años, tuve la suerte de conocerla, y desde hace pocos meses es mi mujer. Los dos hemos afianzado nuestra relación en el seno de la hermandad. Y si hay alguien que me ha llevado hasta aquí, que haya facilitado el arduo camino al pregonero, que haya comprendido la dura tarea y los múltiples compromisos que supone, es ella. Si este domingo estoy en el atril, es por ella, y también para ella. Porque es capaz de ser la más crítica conmigo en cuanto al texto que iba escribiendo, como la persona que te devuelve la mejor sonrisa y el mejor elogio ante algo que había hecho bien. Ha sido un año extraño, especial para los dos por esos motivos que sabemos muy bien. Con ella, mi Semana Santa es el paraíso soñado y alcanzado. Gracias Mª Sierra.

Un breve cuestionario

Una marcha: “Saeta Cordobesa”.

Un paso de palio: la Macarena.

Un paso de misterio: Huerto.

Un acto de cuaresma: el Vía Crucis de mi hermandad.

Un compositor: Pedro Gámez Laserna.

Una Dolorosa: La Soledad de Cabra.

Un Cristo: el yacente de las Angustias, verdaderamente sobrecogedor.

Una túnica: túnica de lanilla blanca.

Un color: rojo.

Una flor: azahar, y la flor del árbol del amor.

Una calle: calle Mayor en la atardecida.

Un recuerdo: trasera del paso del Huerto con la banda de música de Fernán Núñez tocando.

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